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MARROCO BLUE

Llegar a Chefchaouen era un anhelo antiguo, como entrar en un sueño pintado de azul. En Marruecos, apenas se intuye el gesto de fotografiar: las manos se alzan como murallas, los bolsos se convierten en escudos, los rostros se ocultan en un instante. Así, fotografiar aquí se volvió un acto de paciencia y acecho: tuve que aprender a desaparecer, a volverme sombra, a esperar en los rincones, en los arcos, en los pliegues de la luz.

En cada contexto que fotografiamos, el desafío es hallar un lenguaje, porque la fotografía no es solo capturar instantes: es inventar un modo de mirar. Cada escenario exige un pacto distinto; en la ciudad azul, el mío fue el del voyeur: observar sin ser vista, componer con lo que ocurre al pasar, transformar la espera en imagen, desaparecer para que otros pudieran revelarse.

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